Si el imaginario colectivo irlandés hubiese pensado en un modo de hacer inexpugnable su país, sin duda les vendría a la cabeza la imágen de las murallas naturales de los acantilados de Moher, los más famosos, concurridos y espectaculares de toda Irlanda. Los acantilados están dentro del Parque nacional de Burren, un enclave natural apreciado por las formaciones cársticas.

Los acantilados reciben su nombre del puesto de vigilancia Moher en Hag’s Head en el límite sur. Desde aquí se ofrecía resistencia durante la guerra napoleónica a principios del XIX. Las paredes de piedra están formados por estratos geológicos sedimentados que como una montaña de alfombras robustecen la costa frente al embate del mar. Abajo, las olas castigan la base, amontonando los cantos rodados en una playa pétrea a la que no podemos acceder. En esta costa -conocido como Spanish Point,- se hundió parte de los navíos de la Armada Invencible durante su intento de invasión de las islas inglesas.
Moher, al igual que numerosos puntos de Irlanda como Glendalough o las montañas Wicklow ha sido el trasfondo de películas de bella factura paisajística como La princesa prometida o Harry Potter y el misterio del príncipe. Es tal su belleza que recientemente optaron -sin éxito final- a la candidatura de las Siete Maravillas Naturales del Mundo, y continua la defensa para incluirlo en la lista de Patrimonio Unesco.
Centro de interpretación de Moher
Al los turistas les alegra comprobar la elegancia con la que los arquitectos que diseñaron el centro de información, idearon un edificio que respeta la orografía del terreno, con un máximo aprovechamiento natural a nivel energético, y que no altera visualmente el paisaje.

Integrado dentro de los túmulos como si fuera la casa de un topo o un «hobbit», y cubierto por el terreno, sobresalen amplios ventanales por donde entra la luz a la vez que desde el restaurante se goza de vistas panorámicas de la costa.
Una vez aparcado el coche o el autobús, un camino de piedra nos conduce al centro de visita. En la recepción podremos adquirir los billetes de entrada y disponer de información en varios idiomas (entre ellos el español) para emprender la visita.
El edificio cuenta con café/bar, baños, restaurante, tiendas y todo lo necesario para sentirnos a gusto antes, durante y después de la visita. El suelo del centro se ha construido con la piedra local de los acantilados, llamada Liscannor Stone, rugosa y muy característica.
En las salas de presentación de los acantilados se presenta una exhibición de la fauna y la flora interactiva, con paneles muy didácticos para los que no conocen nada del entorno natural de Moher. Uno de estos espacios es The Ledge, una estancia multimedia con una pantalla de 180º que muestra una animación 3D de los acantilados a vista de pájaro, y que nos permitirá volar la imaginación. En la parte alta de la rampa pasamos a la salida por la que empiezan los senderos que se bifurcan por Moher.
Rutas por los acantilados
Desde el centro de información varios paneles nos sugieren itinerarios por la franja de acantilados, cada una con una peculiaridad o una panorámica diferente de la pronunciada caída y verticalidad de Moher.

El espacio está perfectamente habilitado para gente con movilidad especial con rampas cómodel santas de acceso que zigzaguean como una serpiente en un manto verde. Caminando en dirección norte llegaremos a uno de los puntos esenciales del recorrido, la torre de O’Brien a la que podemos acceder para desde lo alto de la torre ver las vistas de los acantilados desde un punto más elevado. La torre fue construida en 1835, auspiciada por un personaje peculiar, Cornelius O’Brien, un político avanzado a su tiempo que dedicó todo su empeño a dar a conocer los acantilados y promocionar el turismo de Moher. De él se dice que construyó todo menos los acantilados. Sus restos reposan en el cercano santuario de Sant Brigid.
Se pueden visitar en cualquier época del año, si bien hay que tener en cuenta que la niebla es el peor enemigo para poder ver y disfrutar de las vistas panorámicas de los acantilados.
Durante el paseo nos podemos detener en los numerosos puntos panorámicos, eligiendo la mejor fotografía, o incluso aprovechando el zoom de los telescopios dispersos por el recinto, buscando advertir detalles de la costa como los nidos de las diferentes aves que habitan las escarpadas paredes de Moher. Y es que en esta franja de costa habitan más de veinte especies, atrayendo a ornitólogos de todo el mundo
Si necesitamos ayuda durante la ruta conviene saber que hay «Rangers» vestidos con una camiseta relectante que nos ayudaran a conocer por donde continuar la visita.
Aunque no podemos descender por ningún camino hasta el mar, la opción alternativa es realizar un viaje en barco desde el puerto de Doolin. Evidentemente las vistas que no son posibles desde tierra son igual de fascinantes, especialmente cuando llegamos al farallón de Branaunmore, un pico de piedra aislado de la costa que sale del mar como un cuchillo. En ocasiones la experiencia viene acompañada del avistamiento de delfines, además de numerosas aves.
Resulta curioso que pese a las inclemencias del tiempo, los acantilados de Moher son un destino apreciado para el surf, con escuelas que ofrecen su práctica.
Como llegar a Moher
Tanto si llegamos con coche, bus, tren o avión es sencillo llegar a los acantilados. Galway cuenta con aeropuerto si bien lo habitual es llegar en vuelo a Dublín y luego venir en coche o autobús.
Si llegamos en coche pagaremos la entrada en las casetas de admisión, que ya incluyen el pago por el parking.
Donde dormir
En Moher propiamente no hay opciones de alojamiento y lo más adecuado es dormir en Doolin, que dista tan sólo 8 km de Moher. Esta acogedora población de casas coloridas ofrece B&B, tiendas de instrumentos de música y pubs como el Gus Occonor donde beber una cerveza al calor de la típica música celta.
Excursiones a Moher
Hay numerosass excursiones a los acantilados de Moher, muchas de ellas desde Dublín.
Mapa de los acantilados de Moher

Otras visitas cerca de Moher
Para completar la visita a los acantilados podemos optar por una excursión al dolmen Poulabrone, o bien al St Bridget’s well , un santuario que honra a la santa y donde nos asombrará la cantidad de ofrendas fotográficas y presentes que durante décadas han depositado los creyentes. Otra gran idea es adentrarnos en las cuevas de Doolin, donde cortinas de estalactitas que parecen fundas textiles que lloran gotas de forma continua formando estalagmitas de apreciables dimensiones.
Vídeo promocional de los Acantilados de Moher